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19 de febrero de 2011

Fisicoculturismo: La farsa del doping y la doble moral de la sociedad

Por: Cándido Moro

Tanto fue el ruido de esa noticia que hasta algunos políticos sugirieron que era un ‘oportunismo’ del gobierno para desviar la atención del público de otros problemas, porque desde luego la atención la atrajo, ¡y cómo!

Supongo que es humano que la gente sienta el mismo interés por ver la subida a la cima del éxito de un atleta, como por verlo caer. Dicen que del amor al odio hay una línea muy fina. Sin entrar en el fondo de la cuestión de ese caso particular (todos tienen derecho a la presunción de inocencia) me gustaría hacer una breve reflexión sobre el tema del deporte natural o ‘dopado’, porque ese es un asunto siempre latente en el culturismo.

Por doping entendemos todos que es el uso de cualquier sustancia o método empleado por un atleta para mejorar el rendimiento y prestaciones más allá de lo que puede conseguir por su propia naturaleza, o sea por sí solo. Ahora bien, las nuevas pistas de tartán han permitido a los corredores sacar mayor punta de velocidad, así como lo ha hecho el nuevo calzado deportivo. Las pértigas más flexibles de fibra de vidrio han permitido batir nuevos récordes de altura, las bicicletas de hoy pesan la cuarta parte que las de hace unas décadas, lo cual constituye una ventaja para el ciclista. Podría seguir enumerando la cantidad de avances puestos a disposición de la mejora del rendimiento. ¿Es eso natural?

Sí, ya sé que diréis que no es lo mismo, que lo condenable es alterar de algún modo las capacidades físicas, es decir actuar sobre el cuerpo. Bueno, tal vez la debilidad de algunos deportistas por usar algo que altere al alza sus capacidades no sea más que el reflejo de nuestra sociedad y conducta, porque ¿qué tiene de natural los implantes mamarios o la cirugía estética? En el fondo, cuando recurrimos al café para estar más activos, o a los analgésicos para eliminar el dolor de cabeza, el malestar general o un resfriado, ¿no deberíamos dejar actuar la naturaleza y que ésta siga su curso? ¿Acaso la juventud (y los no tan jóvenes) no recurre a ciertas sustancias para poder bailar durante más horas, estudiar más o estar más despiertos? Sí, ya sé que no es lo mismo porque no compiten, pero esa conducta pone de manifiesto la tendencia general por recurrir a lo que sea con tal de alterar ‘la capacidad natural’.

También me gustaría subrayar que los deportistas se ven sometidos a grandes presiones y que puede que éstas induzcan a buscar una ayuda extra. Aunque en la teoría lo importante es competir, es más cierto en nuestros días que sólo cuenta vencer y el vencedor se lleva todos los honores. ¿Quién se acuerda del segundo del Tour de Francia, o del Giro, de la Maratón de Nueva York o de cualquier otra prueba deportiva? El segundo es un total desconocido y sólo es el primero de los perdedores. En cambio, al ganador le espera la fama, la notoriedad, los contratos publicitarios, las entrevistas, las becas deportivas, en fin, todo. ¿Quién no quiere todo eso?

Cuando en el año 490 antes de Cristo, el guerrero Filípides recorrió el camino desde Maratón a Atenas (42,195km) para dar la noticia de haber vencido a los persas (ya que la población ateniense había prometido quitarse la vida antes de caer en manos persas si perdían la batalla), éste tras llegar sólo pudo decir “hemos vencido” y cayó muerto. Es decir, que un soldado acostumbrado a luchar y a correr murió después de recorrer esa distancia y ahora lo hacen miles y casi a contrarreloj. ¿Es eso natural? ¿O lo es subirse a una bicicleta y hacer 220 kilómetros subiendo tres o cuatro puertos y repetir así durante 15-20 días?

Nos sentamos ante el televisor esperando ver como los atletas corren más rápido, o durante más tiempo, saltan más, nadan más, levantan más peso y sólo aceptamos el más difícil todavía, lo casi imposible, lo inhumano. Y si existe peligro para sus vidas, entonces mayor espectáculo. ¡Ah! Pero que sólo coman espaguetis. ¿No parece esa conducta como la de los antiguos y bárbaros romanos en el coliseo viendo luchar a muerte a los gladiadores?

No estoy tratando de justificar el doping ni mucho menos, pero puede que no deberíamos satanizar a los deportistas por algo que parece un reflejo de nuestra propia sociedad y conducta. Me gustaría dejaros unas pocas reflexiones acerca de este tema tan escabroso:

· El doping como idea ha existido desde los tiempos más remotos en que el hombre ha competido contra otro.
· El doping fue institucionalizado por los gobiernos durante la guerra fría para demostrar la hegemonía de sus regímenes ante las otras naciones. Los deportistas no eran más que cobayas de usar y tirar.
· Todos los países quieren que sus atletas consigan medallas y trofeos deportivos y para eso están dispuestos a todo, siempre y cuando ellos no ‘se manchen o vean salpicados’.
· No hay prácticamente ningún deportista que posea los conocimientos para por sí sólo administrarse la complicada ‘ciencia’ del doping, siempre existe un equipo experto detrás. Pero si lo cazan tendrá que afrontar solo el escarnio público y nadie lo conocerá. Si él sube, subimos todos en el equipo, si cae, cae solo.
· El que un deportista no sea cazado en un control doping no significa que no se dope, sino sólo eso: que no ha dado positivo.
· Si mañana se erradicase el doping por completo los campeones seguirían siendo los mismos, pero las marcas retrocederían tres décadas.
· En culturismo decimos que una mula por mucho que se dope nunca se convertirá en un caballo pura sangre. La genética siempre tiene la última palabra.
· En el culturismo a principios de los 90 la IFBB instauró un control doping, pero los competidores salieron pequeños y blandos y el público dejó de interesarse por la competición. Al poco desaparecieron los controles.
· Los físicos de la alta competición es imposible alcanzarlos sin ayudas.
· En las competiciones inferiores muchos recurren al doping sencillamente porque piensan que no de hacerlo están en desventaja ante los demás.
· Las competiciones de culturismo natural han prácticamente desaparecido del mundo, porque éstas sólo exigen que el atleta lleve un año sin usar nada y eso es injusto frente a otro que nunca se haya dopado, porque el que lo ha hecho durante años, aunque lo deje durante uno, siempre tendrá una ventaja residual sobre los limpios.
· En un mundo perfecto no debería existir el doping. Pero este mundo no es perfecto.

Mis opiniones son sólo eso, opiniones para la reflexión y nada más.

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