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7 de septiembre de 2011

Fisicoculturismo: Sólo hay una forma de ganar a la ruleta rusa…

Por Cándido Moro

En cierta medida es lógico y hasta conveniente que así sea en algún grado, puesto que si uno no está dispuesto a entrenarse con el suficiente rigor, no es posible llegar a estimular lo bastante el cuerpo como para conseguir el grado de hipertrofia que andan buscando.

De igual modo, para lograr esas masas musculares es necesario comer en abundancia y con mucha frecuencia, mucho más de lo que la gente ‘de a pie’ considera normal.

De hecho, si un culturista no se entrenase con mucha más dureza e intensidad que lo hace cualquier deportista o con la que un ciudadano medio se ejercita con resistencias (pesas) para adquirir un grado aceptable de acondicionamiento físico, entonces no lograría jamás que sus músculos se desarrollasen tanto. No obstante, el problema no estriba precisamente en los muchos esfuerzos dedicados al entrenamiento ni que éstos estén bien dirigidos, sino en la visión de túnel que adoptan algunos y en el cada vez más peligroso juego de la ruleta rusa en que sin darse cuenta acaban cayendo.

La raíz del problema, que puede estar adquiriendo tintes preocupantes, tiene dos orígenes. Por un lado nos encontramos con un creciente número de recién llegados al culturismo con un entusiasmo ilimitado y casi obsesivo por desarrollar un cuerpo musculoso e impresionante a toda costa, pero desafortunadamente esas ganas ardientes de hacerse con un físico extraordinario no van acompañadas del conocimiento de la realidad de este deporte, ni de la necesaria capacidad para invertir la cantidad de horas, días y años de esfuerzo continuado que hay que dedicar, de los sacrificios que hay que estar dispuesto a hacer en bastantes órdenes de la vida, pero sobre todo no hay paciencia, porque los jóvenes de hoy cuando quieren algo lo quieren ya, no para mañana, sino para hoy mismo.

Pero por otro lado, de ese caldo de cultivo se alimentan los ‘carroñeros’ que bajo varios pseudónimos, tales como entrenadores, preparadores y gurús, aprovechan la impaciencia, la ignorancia y por qué no decirlo la falta de agallas para entregarse a una disciplina dura que exige años de dedicación continuada, para hacer su ‘agosto’ ofreciendo soluciones milagrosas para ganar músculo y para perder grasa en grandes cantidades y en muy poco tiempo, a cambio de unos ‘modestos’ honorarios.

Cuidado con las malas interpretaciones, los auténticos entrenadores, preparadores o gurús constituyen un pilar absolutamente esencial de nuestro deporte, porque ellos garantizan la correcta difusión de nuestras técnicas de ejercicio, hábitos saludables de alimentación y estilo de vida, velan por la seguridad de los que están a su cargo y ponen todo su empeño y saber (derivado de su formación y experiencia) en impulsar las mejoras de todos a los que entrenan y siempre de forma natural y saludable. Ellos son nuestra mejor inversión publicitaria ante el gran público, porque ayer, hoy y siempre estar en buena forma, gozar de buena salud y lucir un cuerpo que quite el hipo está de moda e interesa a todos.

Por tanto, los entrenadores bien formados y cualificados son indispensables, pero como decía amparados en ese entorno están los ‘carroñeros’ cuyo único objetivo es llenarse los bolsillos a costa de la ingenuidad, la impaciencia y la falta de agallas para entrenar con intensidad y tesón de muchos chicos: Éstos son personas sin escrúpulos ni mesura por las prácticas y barbaridades que están dispuestos a proponer a esos incautos.

Por muchos excesos que propongan en el entrenamiento, los riesgos no son dramáticos y pueden ir desde el sobreentrenamiento crónico hasta una ocasional lesión, lo cual no es ni mucho menos desdeñable, pero en cualquier caso con adecuado reposo es posible recuperarse de esas repercusiones negativas. Peor es el tema de la nutrición, dónde se propagan dietas y medidas absolutamente excéntricas, perniciosas para la salud y rallantes con la estupidez, como algunos programas de definición a base de carne, lechuga y agua, u otras en las que la única fuente de hidratos de carbono son 5 tortitas de arroz inflado al día, o no beber agua y sustituirla por una marca de refresco que al parecer es diurético. Pero de lejos, lo más peligroso son las prácticas químicas que se propagan como el fuego en un prado seco y que suelen difundir y administrar personas sin ningún conocimiento ni teórico ni práctico, sino que su saber proviene de oídas, de distintas fuentes, que a su vez han oído que fulano dijo que mengano había oído que tal cantidad de tal cosa, junto con tal otra ayudaba a quemar la grasa y también a construir músculo.

¡Que horror! Ahora resulta que todos quieren tomar alguna ‘pócima’ mágica que dispare los resultados de inmediato y sin esfuerzo ninguno, casi sin entrenar, vamos que buscan obtener los resultados por medio de la alteración química de su metabolismo. Y siempre encontrarán al brujo químico dispuesto a utilizarlos como conejillos de Indias para mezclar medicamentos dispares y a jugar con ellos la ruleta rusa a cambio de unos módicos honorarios.

Algunos pueden ganar momentáneamente a ese juego, pero otros, muchos otros, pierden demasiado en ese sin sentido, lo más valioso es desde luego su salud, pero también pueden perder amigos, familia, la capacidad de aprender a conocer su cuerpo y a valorar el mérito del esfuerzo, el sacrificio y a saborear la sensación inigualable que produce cada pequeña mejora conseguida con sudor y tesón.

Es un hecho, tarde o temprano, todo aquel que juegue a la ruleta rusa acabará perdiendo y puede que demasiado. Recordad que sólo hay una forma de ganar en el juego de la ruleta rusa…. ¡no jugando!

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