Pocas partes corporales distinguen al culturista del resto de hombres con tanta claridad como el músculo inclinado del cuello hacia los hombros. Por ello ningún asiduo del gimnasio admitiría que tiene una zona corporal, que se puede desarrollar con entrenamiento, que se parezca a la de una persona que no se ejercita. Sin embargo, aunque los kilos de musculatura son una realidad incontestable cuando no se lleva ropa, si el cuerpo está oculto, la diferencia de forma, tamaño y fuerza se desvanece.
Dentro de un traje unos brazos recortados y con pico de 48 centímetros se reducen a unas mangas prietas. Los muslos capaces de hacer sentadillas con 180 kilos y contraer montañas de músculo estriado son como una masa informe dentro de los pantalones, y los abdominales recortados se pierden entre la tela, que es su archienemigo. No obstante, la parte superior de los trapecios son harina de otro costal. A los trapecios les gusta la ropa, pues las camisas, las camisetas o los jerseys los realzan. Cuando ya se han detectado, los trapecios que se han desarrollado hasta llegar a su potencial máximo son inconfundibles.
Surgen de entre un mar de hombros como una aparición. Los ojos se dirigen a ellos de inmediato. He oído decir muchas veces, y he dicho yo mismo, “Fíjate en los hombros de ese”, al ver una chaqueta que parecía la portalada de una iglesia gótica. La gente avisa a su acompañante con el codo, susurra y lanza miradas que dicen: “Tiene que ser culturista”.
El trapecio se divide en tres partes: la superior, la central y la inferior. La mayoría de los ejercicios de espalda trabajan las partes central e inferior (los remos y el jalón), y por eso la zona superior corre el riesgo de quedar olvidada, a menos que hagáis el esfuerzo deliberado de incluir varios encogimientos en vuestro programa. Si queréis lucir la parte superior de los trapecios extendida como alas típica de los culturistas de verdad, tenéis prestarles atención en todas las sesiones.
Pocos culturistas entienden el potencial de fuerza que tienen los trapecios. Los trapecios empiezan en la base del cráneo y se extienden por la clavícula y los omoplatos adquiriendo una forma de diamante tan grande como la región abdominal (y la mayoría pasa años entrenando los abdominales para perfeccionarlos). Aparte de comunicar a todos que eres un culturista entregado, tanto si estás vestido como si no, los trapecios desarrollados son vitales para evitar muchas lesiones, pues absorben los golpes que reciben la cabeza y el cuello. Además, colaboran en el desplazamiento vertical de los omoplatos y en el levantamiento de los brazos hacia delante, atrás y por encima de la cabeza.
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